En el campus de la localidad portuguesa de Beja se alza majestuosa la Escuela Superior de Tecnología y Gestión (ESTIG). Diseñada por el arquitecto lisboeta Nuno Montenegro, es todo un referente en edificios universitarios contemporáneos.

Sus 11.600 metros cuadrados de área de construcción albergan 5 bloques distintos denominados mediante letras (A-E), de los cuales el volumen A resulta el más emblemático. Corresponde a una estructura continua de 80,9 metros de longitud en hormigón pretensado con un solo pórtico de 50,7 metros por encima del acceso a la escuela, que parece flotar sobre los jardines del campus.

Este elemento tan representativo une los núcleos verticales de entrada y las circulaciones adyacentes, así como una pieza longitudinal que contiene un área de exposiciones y dos auditorios para conferencias.

La gran luz del pórtico se logra mediante el uso de dos vigas con diferentes alturas, que se apoyan en las losas de techo y en la parte inferior de los auditorios que integran. La mayor, con 7,82 metros de altura, sirve como acceso a las salas.

Las gruesas paredes blancas y las pequeñas ventanas son un reflejo de la tradición rural de la región y se adaptan perfectamente al clima de esta zona tan soleada del sur de Portugal. La claridad continúa en el interior, donde esta blancura extrema se contrarresta -al igual que en la fachada- con ciertos toques negros en las puertas de las aulas y en algunos muros escogidos.

Otro de los elementos distintivos del proyecto son las siluetas humanas a tamaño natural que pueblan la construcción. Como figuras aisladas o en grupos, aparecen de diversas maneras: recortadas en madera y añadidas a puertas fijas o correderas, en superficies acristaladas, o como simples aperturas en las paredes de hormigón. Se trata de una sugerencia simbólica de Montenegro, de aportar matices para pensar.

En esa misma línea reflexiva, el arquitecto portugués va dejando otros ingredientes para hacerse preguntas: un gigantesco código de barras impreso en la parte posterior del pórtico, el bajorrelieve con la fórmula química del agua en el techo de la entrada, fachadas sin aberturas perceptibles, pasillos laberínticos, puertas exteriores bajas y anchas en contraste con las altas y estrechas de acceso a las clases… Todo ello aporta una gran dosis de teatralidad al conjunto.

El diseño de este edificio del Instituto Politécnico empezó en 2003 y las obras acabaron en 2013. Su poderosa presencia exterior, ejemplo del buen uso de unas líneas simples y claras, lo convierte en una de las estructuras de hormigón más grandes del mundo, merecedora del premio Platinum A´Design Award.

Fotografía: Fernando Guerra | FG+SG

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