Grace Farms es una reserva natural de 32 hectáreas situada en New Canaan (Connecticut), a tan solo 80 kilómetros al nordeste de la ciudad de Nueva York. El lugar da nombre además a una fundación privada que apoya diversas iniciativas en el campo del arte, la naturaleza, la espiritualidad o la justicia social.

Para desarrollar su labor en medio de este atractivo paisaje de bosques, praderas y humedales, inauguró en 2015 «The River», un curioso edificio de usos múltiples diseñado por la firma japonesa SANAA, de los arquitectos Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa.

Haciendo honor a su denominación, el larguísimo techo ondulado conecta toda una serie de instalaciones públicas y andadores. Un río serpenteante de vidrio, acero, madera y hormigón sustentado por finas columnas que parece deslizarse suavemente colina abajo.

Siguiendo el estilo integrador que les hizo ganadores del Premio Pritzker 2010, el equipo nipón convierte su arquitectura en parte del paisaje sin llamar la atención sobre ella misma. Dada la belleza del entorno, The River se presenta como un espacio para pasear y debatir a lo largo de todo el año, un edificio multiusos donde disfrutar de un concierto o un café tras haber compartido un agradable paseo por la reserva.

Tomando como inspiración el pabellón temporal en aluminio y acero realizado por SANAA para la Serpentine Gallery 2009 de Londres -su primera obra en el Reino Unido-, aquí articularon una propuesta que incluye varios volúmenes individuales envueltos en paredes de cristal y que comienza con un anfiteatro cubierto con capacidad para 700 personas. Tiene que ser maravilloso escuchar un concierto mientras se contempla una visión panorámica de Grace Farms.

A continuación, una biblioteca de 1.400 libros permite al visitante ahondar en los temas que promueve la fundación. Esta área cuenta con una pequeña sala de conferencias, también totalmente acristalada, y una chimenea para hacerla aún más acogedora.

Si seguimos por la pasarela exterior, llegaremos a un espacio comunitario donde 300 personas pueden comer y conversar en unas mesas elaboradas a partir de los árboles que se talaron durante las obras.

Más adelante nos encontramos con un pabellón donde tomar un té mientras el personal nos orienta sobre las actividades del día, que incluyen visitas guiadas, paseos a caballo, senderismo y multitud de actos organizados por la propia fundación u otras organizaciones o colectivos locales.

Por último, un gran semisótano alberga una pista deportiva que puede usarse como gimnasio, cancha de baloncesto o sala para espectáculos artísticos.

Ciertamente, este río artificial ofrece en cualquiera de sus meandros una estructura orgánica que se integra de manera perfecta con la naturaleza.

Fotografias: © Dean Kaufman  © Iwan Baan  


 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *