Los trabajos del estudio de arquitectura danés Gjøde & Povlsgaard Arkitekter se distinguen por ir más allá del aspecto funcional de cada proyecto e incidir en su componente artístico. Así, podemos calificar casi de escultura su última realización en la ciudad costera de Aarhus: The Infinite Bridge, o Puente Infinito.
Construido como parte de los trabajos para la bienal internacional Sculpture by the Sea 2015, llevada a cabo en el entorno de esta ciudad danesa, la gran particularidad de este «puente» es que no une dos orillas. Haciendo honor a su nombre, es una estructura circular de 60 metros de diámetro, compuesta por otros tantos elementos idénticos de madera colocados sobre unos finos pilares de acero que se asientan dos metros bajo el mar.
La parte anclada en la playa se sitúa junto a lo que fue en el siglo pasado un estrecho muelle al que llegaban barcos de vapor con pasajeros desde Aarhus. El destino final de los viajeros se hallaba en una ladera muy próxima a la playa: el histórico Pabellón Varna. Inaugurado en 1909, este edificio contaba con restaurante, terrazas para disfrutar de las vistas y un gran salón de baile. Una buena forma de desconectar en plena naturaleza.
Desde este puente infinito sin barandillas podemos contemplar el Pabellón, así como el bosque y el mar en todo su esplendor, ya que buena parte del mismo se adentra en el agua. Así pues, para los actuales habitantes de la ciudad representa una conexión entre el presente y su pasado, así como entre la playa y ese muelle desaparecido que evoca ocio y despreocupación. Además, gracias al diseño circular y su escasa anchura, este eterno retorno favorece la interacción social durante los paseos en ambos sentidos.
También resulta muy atractivo porque su entorno va cambiando a lo largo del día, tanto por la diferente iluminación como por la distancia variable respecto a la superficie del mar debido a las mareas. Con marea alta, el agua se sitúa a tan solo un metro de los tablones de madera, por lo que la sensación de inmersión para el caminante que avanza desde la costa es asombrosa.
Un anillo enorme y luminoso cuyo centro coincide con el final del rompeolas, ideal para contemplar la ciudad, la bahía y unas estupendas puestas de sol casi tocando el oleaje.