El centro cultural «Espacio Miguel Torga» rinde homenaje al novelista y poeta luso en la villa de Sabrosa, a poca distancia de su São Martinho da Anta natal. Obra del también portugués Eduardo Souto de Moura, premio Pritzker 2011, está pensado para que sea un espacio vivo de comunicación y aprendizaje, así como un referente para estudiar y divulgar su legado literario.
Fiel a su estilo marcado por el minimalismo y la búsqueda de una integración con el entorno, en este caso las tierras y viñas del Duero, el arquitecto portuense optó por estructurar todo el edificio a través de largos muros de hormigón, revestidos de esquistos procedentes de la vecina localidad de Vila Nova de Foz Côa.
Estas auténticas guías visuales aprovechan la pendiente del terreno y van reduciendo su altura en dirección norte hasta quedar convertidas en bancos para el descanso. En esta zona abierta, dieciocho árboles modulan la superficie, que sirve algunos días de mercado al aire libre y otros de área de aparcamiento adicional.
Los espacios de desencuentro entre las paredes marcan los dos accesos al centro: uno en la cara este para el público, que entra directamente a la sala de exposiciones, y otro de servicio en el lado oeste. La sobriedad del laminado de roca se rompe al suroeste con la zona totalmente acristalada que ocupa la cafetería y la terraza exterior a pie de calle.
En cuanto al interior, los 1.315 m2 de la planta baja albergan despachos, salas de estudio, una biblioteca, un auditorio con capacidad para 110 personas y la zona de restauración, además del espacio expositivo, dividido en dos salas. Buena parte de estas dependencias reciben iluminación natural a través de pequeños patios interiores delimitados por el muro de la fachada norte. También contribuye a la luminosidad el color blanco de paredes y techos, con la nota de color de los suelos en madera de afzelia.
Las instalaciones se completan con una planta sótano reducida, dedicada a almacenes y zonas técnicas.
Los muros pizarrosos, con su textura rugosa y esa tonalidad gris azulada tan peculiar, le dan carácter propio a esta obra. Unos contornos pegados a la tierra que lejos de separar, acogen al visitante. Un digno homenaje para uno de los mayores referentes de la literatura portuguesa del siglo XX.
Fotografías: Luis Ferreira Alves