El Land Art es una corriente dentro del arte contemporáneo que utiliza la naturaleza como elemento creativo integral, pues es el escenario donde se exhiben las obras y aporta también los materiales (madera, arena, piedras, agua, viento…) para construirlas.
Por lo general, al estar a la intemperie, las creaciones son efímeras y la mayoría desaparecen bajo los efectos de la erosión natural, quedando solo de ellas fotografías o vídeos.
Los artistas de este movimiento tienen en común un gran compromiso con el medio ambiente y buscan concienciar a los demás de los efectos de nuestros actos sobre él. Es el caso del británico Martin Hill, afincado en la localidad neozelandesa de Wanaka, que lleva explorando el tema de la sostenibilidad del planeta desde 1992 junto a su compañera y colaboradora Philippa Jones.
Hill recorre su entorno elaborando esculturas ambientales que representan a menudo el círculo de la vida, una forma ligada a la Tierra que resume el ciclo de todo ser vivo desde que nace. Este elemento recurrente es una metáfora del buen funcionamiento de los sistemas naturales, en los que todo se aprovecha para crear nueva vida.
Sus esculturas geométricas surgen como imágenes potentes o sutiles según el material de partida. Moles de hielo que languidecen en medio de un lago soleado o bien resisten los embates del viento en la alta montaña, figuras antropomorfas abandonadas a su suerte en medio de un bosque o en lo alto de una cumbre, composiciones en lagos a base de palos, tallos u hojas que se fotografían a la luz del amanecer para capturar la quietud y la magia del momento. Todo ello compone el ideario plástico del británico.
Algunas de sus obras alcanzan su máxima expresión con la naturaleza en calma; por ejemplo, cuando el agua permanece inmóvil y, en ese instante, brilla el sol y su reflejo en la superficie completa el trabajo.
Otras veces, las esculturas son flexibles y parecen flotar, como la denominada Sinergia, donde una red invisible de hilos de lino sostiene en el aire multitud de cañas de raupo -una planta típica de los humedales neozelandeses- que no llegan nunca a tocarse.
Martin Hill modifica temporalmente el paisaje con buenas dosis de magia y sorpresa. Sus guiños espontáneos tienen algo de poético e incluso de zen. Son joyas provisionales que simbolizan de maravilla la huella del hombre en el universo.
Imágenes cortesía Martin Hill