Cuando se rehabilitan edificios industriales se van explorando todas las posibilidades que ofrecen las diferentes plantas, siendo a veces el propio sistema constructivo el que aporta las soluciones más razonables y hasta los materiales para su segunda vida.
Esto es lo que debió pensar el arquitecto Arturo Franco Díaz al abordar el acondicionamiento de la nave 8B del antiguo matadero de Madrid. Construido en la segunda década del siglo XX, abasteció toda la zona centro durante cerca de sesenta años hasta su traslado a la periferia de la capital.
Recuperado hoy en día como centro cultural de vanguardia, esta nave de 1.000 m2 en dos plantas -que en tiempos ocupaban pieles y salazones- está destinada a la gestión administrativa, distribuyéndose en tres espacios: un almacén, una zona de trabajo y un área polivalente para presentaciones.
Además de acondicionar el interior para sus nuevas funciones y reforzar toda la estructura, otro de los objetivos prioritarios del proyecto era restituir por completo la cubierta de teja plana que se había ido parcheando con más o menos fortuna sobre tableros y rasillas a lo largo de su vida útil.
Como antes de esta nave ya se había actuado en otros edificios del matadero, se acumulaban montañas de adoquines, maderos, tejas y losas de granito a la espera de su traslado al vertedero. Al estar todavía en buen uso, se decidió aprovecharlos. Así, los tabiques de separación entre salas se realizaron con tejas cerámicas planas apiladas, de forma que sus aberturas horizontales crean una celosía que permite la entrada de luz y una ventilación natural, al tiempo que integran espacios.
Del mismo modo, las vigas de madera se aprovecharon en la rehabilitación como sólidos dinteles en puertas de acceso o para enmarcar el interior de las ventanas con ayuda de mordazas de encofrado.
En cuanto a la iluminación, varias hileras de lámparas industriales suspendidas nos recuerdan en ambas plantas el uso primitivo del edificio, resaltado en los suelos por el hormigón pulido.
La rehabilitación de Arturo Franco respeta la estética neomudéjar externa del siglo pasado y el espacio, pero reinterpreta por completo los interiores. Hay que destacar que el empleo masivo de las tejas cerámicas favorece el confort térmico y acústico. Una minuciosa factura artesanal con resultados bioclimáticos y sostenibles del siglo XXI.
Fotografías © Carlos Fernández Piñar