Bruce Munro es un artista británico conocido mundialmente por sus trabajos a gran escala con la luz. Heredero de la filosofía del Land Art, este creador utiliza el paisaje natural como escenario y cómplice de sus instalaciones luminosas, provocando en el espectador sensaciones sorprendentes.
Su pasión por la luz comenzó en 1992, a lo largo de un viaje por el Desierto Rojo australiano que culminó en Uluru, la enorme formación rocosa de arenisca considerada sagrada por los aborígenes. En este lugar sintió una conexión particular entre la energía, el calor y el brillo del entorno que plasmó en sus cuadernos de dibujo. Es así como empezó a experimentar con la iluminación hasta llegar a la cumbre de su carrera: la serie Field of Light, iniciada en 2004.
Doce años después, Munro regresa al origen de su inspiración para ofrecernos su mayor creación hasta la fecha, que incluye más de 50.000 finos tallos de luz rematados por esferas de cristal esmerilado. Para darnos una idea de la monumentalidad de esta obra, basta señalar que cubre una superficie equivalente a cuatro campos de fútbol.
Abastecido con energía solar, este «campo de luz» de fibra óptica va floreciendo conforme cae la noche australiana, dando vida a un verdadero espectáculo de luces de colores tan irreal como maravilloso. Los visitantes pueden adentrarse en la experiencia recorriendo los senderos internos y dejando volar la imaginación hasta el amanecer, cuando las luces se desvanecen.
Con el monolito de Uluru de fondo, este trabajo sintetiza la emoción de aquel joven Munro que quería conseguir «un campo iluminado de tallos que, como semillas latentes en el desierto, estallasen en plena floración en medio de la oscuridad».
Al igual que los anteriores proyectos del británico, esta obra de arte en la que sumergirnos tiene fecha de caducidad, estando disponible hasta el 31 de marzo de 2017.
Con vocación itinerante, las flores de luz de Munro han recorrido ya varios países desde su florecimiento inicial en tierras londinenses. Así, por ejemplo, en años anteriores formaron parte del Jardín Botánico de Atlanta, del de Sonora, en Arizona o del de Longwood, en Pennsylvania.
También han servido de espectáculo al aire libre en el Museo Hermitage de Norfolk (Virginia), en el Cheekwood de Nashville (Tennessee) y en multitud de jardines y otras ubicaciones, como la plaza de San Andrés, en Edimburgo, o el exterior de la casa de campo inglesa del siglo XIX Waddesdon Manor, en el condado de Buckinghamshire.
Imágenes cortesía Bruce Munro