Hay pocos sectores tan cambiantes como el mundo de la moda. Los diseñadores van generando nuevas tendencias casi en cada pasarela, pero, sin embargo, muchas de las telas que utilizan en sus creaciones llevan siglos y siglos sin evolucionar.
Consciente de esta falta de innovación, la holandesa Aniela Hoitink se ha propuesto explorar en nuevos y sorprendentes tejidos. Tras completar sus estudios de moda en la Escuela de Artes de Utrecht, trabajó para diversas marcas, como Tommy Hilfiger y Gaastra, donde adquirió experiencia en el desarrollo de patrones y de colecciones enteras.
Llena de ideas, en 2004 lanzó su propia aventura personal: Neffa. El nombre deriva de la expresión holandesa «net effe anders» (querer hacer cosas ligeramente diferentes) y sintetiza su filosofía de búsqueda de la originalidad a través de la tecnología.
Desde Ámsterdam, y con el asesoramiento científico de un equipo de la Universidad de Utrecht, Aniela ha venido investigando en la alteración de tejidos clásicos para añadirles nuevas propiedades. Así nació MycoTEX, un proyecto para crear telas y prendas a partir de organismos vivos. En un principio, se utilizaban micelios -la red de filamentos ocultos de la base de los hongos- combinados con tejidos para intentar crear híbridos flexibles.
Aprendiendo a la vez que investigaba, logró crear un tejido hecho únicamente de micelio y, más tarde, desarrolló un método para conservar la flexibilidad de la tela húmeda resultante una vez seca.
La prenda se «confecciona» a partir de módulos individuales de micelio, lo que presenta diversas ventajas, entre otras que el vestido se puede elaborar directamente en tres dimensiones conforme se va construyendo según los deseos del cliente. Además, estos patrones vegetales se pueden hacer crecer a medida, aprovechándolos en toda su extensión y evitando así los retales que siempre se generan en cualquier otro tejido convencional durante el corte de las telas.
El MycoTEX presenta asimismo beneficios adicionales tanto para el usuario como para el medio ambiente. Al carecer de una trama de hilos, el tejido se puede reparar con facilidad cuando sea necesario mediante la superposición de nuevas capas de micelio. Y también podría nutrir nuestra piel o bien actuar como agente antimicrobiano natural.
Por último, al final de su vida útil podemos abandonar la prenda en el campo para que sirva de abono a las plantas. Con todas estas ventajas, ¿será esta tela futurista la triunfadora en las pasarelas de las próximas décadas?
Imágenes cortesía Aniela Hoitink