Cuando observamos la fotografía de un paisaje, nos solemos imaginar dentro de él y podemos llegar a especular sobre las sensaciones que vivía quien estaba al otro lado del objetivo en ese momento. Sin embargo, al tratarse de un solo instante inmortalizado en dos dimensiones, no tenemos toda la información.
El artista japonés Nobuhiro Nakanishi (Fukuoka, 1976) se ha propuesto llenar esos vacíos temporales a través de experiencias tridimensionales denominadas Layer Drawings.
Formado como escultor en Tokio y Kioto, sus instantáneas trascienden el marco limitado del 2D para ofrecernos una lectura completamente distinta. Son series centradas en la naturaleza que persiguen capturar los cambios sutiles de la vida diaria, desde la evolución luminosa de un amanecer hasta el paseo por un bosque en medio de la niebla.
Nakanishi fotografía estos eventos a intervalos regulares, imprime el resultado en láminas de film acrílico transparente de gran formato y realiza un montaje secuencial en tres dimensiones. De esta forma, podemos ver físicamente ese tiempo que nos falta en una foto convencional. Son como esculturas cambiantes del paisaje que retratan la fugacidad de cada momento.
Las láminas cuelgan del techo o la pared y se adueñan por completo del espacio de la sala de exposiciones, formando trenes sinuosos o inmensos círculos con los que el espectador puede interactuar, sumergiéndose en un entorno evanescente y casi hipnótico.
Iniciadas en 2004, estas series cromáticas o «dibujos en capas» son en realidad una excusa para hacernos reflexionar sobre el tiempo, algo que no tiene ni forma, ni límites ni se puede atrapar. Al mirar las figuras orgánicas del creador japonés, intentamos llenar inconscientemente los intervalos que faltan entre toma y toma, acercándonos así a la percepción global del artista de que cada instante es en definitiva ilusión y realidad a la vez sucediéndose sin fin.
Layer Drawings es una inmersión que nos evoca recuerdos y sentimientos diferentes a las fotos sobre papel. Nos lleva a sentir el calor del sol sobre la piel, a escuchar el viento que va haciendo avanzar las nubes o a oler la tierra húmeda de los senderos del bosque en penumbra. Una irrealidad paradójicamente tangible que se prolonga en el juego de líneas y sombras que origina en la sala la suspensión de las láminas.
Unas panorámicas en fragmentos que recuerdan a esos libros animados donde los personajes estáticos de cada página cobran vida al ir pasando las hojas rápidamente.
Imágenes cortesía Nobuhiro Nakanishi
