Una de las habilidades del estudio de arquitectura lisboeta Aires Mateus Associados es la creación de viviendas con espíritu minimalista en pleno campo portugués, respetando siempre al máximo las señas de identidad de cada territorio.
En esta ocasión, su Casa no Tempo nos sirve de guía para desentrañar esa difícil sencillez de sus proyectos rurales. Situada en Montemor-o-Novo, un municipio del distrito de Évora en pleno Alentejo, es fruto de la colaboración entre sus propietarios -los hermanos João y Andreia Rodrigues- y su buen amigo Manuel Aires Mateus.
La propiedad les fue legada por su abuelo con el deseo de que se preservase para la siguiente generación de la familia. Así pues, los tres se pusieron manos a la obra y lograron la rehabilitación del antiguo caserón, transformado ahora en un hotel rural lleno de encanto.
Testigo de épocas pasadas y de una modernidad pujante, esta casa de campo con fachada a dos aguas es todo un referente de cómo mezclar con acierto tradición y nuevas tendencias.
Así, por ejemplo, los suelos formados con adoquines de barro cocido prolongan su calidez visual mediante un agradable sistema de calefacción radiante para el invierno. También destacan por toda la vivienda los objetos artesanales de la vida cotidiana en el campo, que recuerdan el origen de la construcción. O el baño, revestido con azulejos hechos a mano.
Rodeada de naturaleza, Casa no Tempo posee grandes ventanales que encuadran el paisaje por los cuatro costados y contribuyen a la estupenda iluminación interior. Toda una invitación para sumergirnos a través del enorme arco de entrada en los pastos de una inmensa finca de mil hectáreas, repleta de alcornoques y olivos.
El blanco luminoso de la fachada se prolonga en el interior. Allí encontramos cuatro dormitorios-suite y una cocina moderna en isla con encimera de mármol blanco, que incorpora una zona de comedor con una enorme mesa en madera maciza y diez sillas Thonet. No muy lejos, los sofás en blanco del salón y un hermoso rincón con chimenea resultan ideales para las sobremesas.
En el exterior, el diseño a ras de suelo de la piscina de 400 metros cuadrados recuerda a un trocito de playa del Algarve trasplantado por arte de magia al interior del Alentejo.
La guinda del pastel la pone un jardín amurallado a modo de laberinto donde flores y hortalizas hacen patentes las ventajas de vivir en el campo.
Arquitectura sencilla y equilibrada, siempre ligada al terruño y a la verdadera esencia rural portuguesa. Y solo a una hora de Lisboa…
Fotografía: Nelson Garrido y Casa no Tempo