Apostar por una tradición renovada sin estridencias es siempre garantía de éxito. El estudio belga Vincent Van Duysen Architects ha seguido esta máxima a la hora de concebir su Casa DC II, ubicada en una zona rural del centro del país.
El objetivo era rendir homenaje a una vieja granja de la localidad de Tielrode, transformando su ubicación original en un hogar acogedor con toques informales y contemporáneos, pero sin perder la esencia de las casas de labor flamencas.
Este concepto se desarrolló proyectando tres edificios, que siguen a la perfección la estética simple de las construcciones rurales: un amplio volumen rectangular próximo a la carretera, rematado por un tejado a dos aguas con pendiente de 45º. Bloques icónicos y tradicionales a los que se les dio una relectura moderna.
Las tres edificaciones se orientaron para formar un patio central, que recibe todo el sol del mediodía. En cuanto al exterior, la ornamentación se redujo a la mínima expresión. Formas desnudas, sin aleros, envueltas por completo en madera, donde las canaletas y las chimeneas han desaparecido. Tanto este material en tono gris omnipresente como sus grandes puertas correderas evocan la esencia de los graneros originales en que se inspiran.
Por su parte, los grandes ventanales y unas claraboyas estratégicamente situadas proporcionan abundante iluminación natural, al tiempo que permiten disfrutar del espectáculo verde de los campos que la rodean.
Además, Van Duysen -fiel a la filosofía que ha seguido desde la puesta en marcha de su estudio en 1990- ha cuidado también el diseño interior, al que ha dotado de una riqueza que contrasta con el minimalismo de la cubierta externa. Con sus líneas puras, una marcada preferencia por la angulosidad y ese revestimiento interno en madera tostada tan acogedor, la Casa DC II simboliza ese lugar tranquilo y sofisticado donde es fácil sentirse a gusto.
En colaboración con la empresa local Denc Studio!, especializada en construcciones sostenibles y arquitectura bioclimática, se consiguió una vivienda pasiva que optimiza los recursos naturales disponibles. El jardín, obra del paisajista Paul De Roose, cede el protagonismo a varios árboles aislados sobre grandes tapices de césped y a unos caminos formados por bloques de hormigón pulido que delimitan espacios y llegan a atravesar incluso uno de los volúmenes. Esta hábil mezcla de naturaleza y orden permite crear una transición suave entre el entorno doméstico y el rural.
Diseño 100% flamenco para una obra de 330 m2 en la que sobriedad y frescura van de la mano para traer a la memoria la herencia rural del emplazamiento.
Fotografías Koen Van Damme