A lo largo de los últimos ocho años, el Palacio de Versalles ha acogido diversas exposiciones de reconocidos artistas internacionales que han aportado su particular lectura de esta joya arquitectónica y paisajística francesa.
La última ha estado a cargo del danés Olafur Eliasson, quien basó su propuesta en una serie de intervenciones espaciales sutiles (o no tanto) con el agua, las luces y los espejos como hilos conductores. Son ocho obras repartidas entre el interior del Palacio y los jardines, siendo la más espectacular la «Catarata» levantada en el Gran Canal.
Este gran salto de agua que brota de una plataforma elevada constituye un homenaje al jardinero de Luis XIV, André le Nôtre, que siempre soñó con añadir una cascada a su creación para aumentar su esplendor.
El tema del agua continúa en su «Fog Assembly» donde un entorno nebuloso en plena naturaleza envuelve al visitante dentro de un círculo, con la evolución de la neblina a merced absoluta del viento. Un guiño del artista a la temporalidad y la continua transformación de todo.
La ausencia de agua también está presente en medio de tanta exuberancia vegetal. El «Glacial Rock Flour Garden» muestra un suelo sediento que se resquebraja aparatosamente rodeado por un bosque de columnas, frondosas pérgolas y surtidores inalcanzables. Pura paradoja.
Ya en el interior del Palacio, Eliasson disminuye el tamaño de sus instalaciones hasta reducirlas, por ejemplo, a unos simples anteojos dorados («The gaze of Versailles») con los que contemplar los jardines. Pero al intentar hacerlo, lo que vamos viendo es nuestro propio reflejo. No olvidemos que todos estos edificios y sus parques fueron el patio de recreo del Rey Sol y su corte, y que era tan importante admirar como dejarse ver.
Siguiendo las trampas visuales, «The curious museum» nos devuelve nuestra imagen de cuerpo entero cuando intentamos ver lo que hay más allá del balcón en el Salón de Hércules. O nuestro propio rostro a través del espejo luminoso «Deep Mirror».
Pero el juego de reflejos llega a su cénit en la Galería de los Espejos, donde el montaje «Your sense of unity» desafía nuestra perspectiva con la multiplicación de los círculos de luz que evocan al soberano francés.
Y, por último, el doble espejo «Solar Compression» parece haber atrapado para siempre el halo del monarca, que ilumina con su luz amarilla toda la Sala de la Guardia Real, aunque su resplandor se desvanece si lo miramos de frente. Una alegoría más.
Así pues, en este Versalles revisitado por el creador danés podemos sentirnos unos auténticos reyes y manejar la realidad a nuestro antojo, o bien ser simples espectadores en busca constante de lo inesperado.
Imágenes vía Anders Sune Berg