Ahondando en el concepto de edificio-escultura, hoy hablamos del Museo de Historia de Ningbo. Cuando el arquitecto chino Wang Shu -premio Pritzker 2012- realizó los primeros esbozos, ya tenía claro que su aspecto externo iba a reflejar abiertamente la herencia de un puerto clave en el desarrollo del gigante asiático.

Situada en la costa este del país, Ningbo tiene el honor de ser una de las ciudades más antiguas de China. Su pasado comercial se remonta a casi 7.000 años, así que el museo debía hacerle justicia en cuanto a dimensiones.

Levantado en una llanura, cubre una superficie de 30.000 m2. Con una altura de 24 metros, su imponente volumen casi monolítico emerge con la fuerza de una gigantesca construcción asimétrica. Wang Shu quiso diseñarlo a la vez como una gran montaña artificial y un barco de perfiles afilados que cortan el horizonte para subrayar su ubicación geográfica, así como su tradición de comercio dentro de la ruta marítima de la seda.

La primera planta está concebida como un todo uniforme, mientras que a partir del segundo piso el edificio comienza a desgajarse e inclinarse, aportando un dinamismo que atrae al visitante. Esta disposición permite un trazado interno de caminos, plazas, patios interiores abiertos y otras zonas públicas con escaleras de acceso y terrazas a diferentes niveles.

Para descargar la contundencia de estos volúmenes, las paredes exteriores se decoraron con millones de ladrillos, tejas y azulejos reciclados recogidos en la zona, una práctica común en Ningbo antes de la llegada del hormigón y que resultaba muy eficaz para hacer frente a la destrucción causada por los tifones. También se utilizó bambú recubierto con cemento, otra seña de identidad de las casas tradicionales de Jiangnan. Estos mosaicos o collages aleatorios, unidos a las estrechas ventanas, dotan a las fachadas de un aspecto fresco, colorista y vigoroso.

Por lo demás, la estructura principal se creó con acero y hormigón, pero al haber realizado el encofrado con cañas de bambú, este ha dejado su propia impronta. Una vuelta a la tradición mezclada con una modernidad bien entendida para un museo donde la historia local se expone tanto dentro como fuera.

Fotografía Iwan Baan

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