El proyecto 5 Casas, obra del joven arquitecto argentino Carlos Alejandro Ciravegna, es un ejemplo perfecto de cómo adaptarse al terreno a partir de la sencillez. En un principio, la colina escarpada donde había que construir, situada en el enclave turístico de Villa Carlos Paz, al oeste de Córdoba, no invitaba precisamente al optimismo.

Sin embargo, en lugar de optar por una nivelación de la parcela, con el consiguiente impacto en un entorno con abundante vegetación, el problema se sorteó asentando las viviendas en voladizo sobre la roca. La decisión de aprovechar la topografía natural del lugar y la consiguiente sobreelevación potenció, además, unas mejores vistas sobre el lago San Roque desde el interior de cada hogar.

La creatividad de Ciravegna se tradujo en un modelo de casas no lineales que generó una especie de villa o pequeño pueblo. Cada una de ellas aparece desdoblada en dos alas: una privada, con dos dormitorios y un gran baño –dividido en sectores– que incorpora jacuzzi y ducha escocesa; y otra pública, que incluye la sala de estar, la cocina y una zona equipada con asador en el área de voladizo que puede abrirse como una terraza al aire libre.

 

El acceso a estas 5 unidades de 100 m2 sin aleros se efectúa a través de escaleras flotantes de hormigón colocadas entre los dos volúmenes, lo que potencia aún más la sensación de liviandad de los bloques.

La iluminación también se cuidó al máximo. Los grandes ventanales regulan la luz mediante un sistema de «persianas» de metal perforado, que tamizan la incidencia del sol y funcionan también como un elemento de seguridad. Así mismo, el color blanco de toda la estructura exterior, incluidos los tejados, proporciona una sensación de uniformidad brillante a esta urbanización en miniatura. Algo así como una identidad propia que se desmarca de las demás viviendas del vecindario, integrándose sin estridencias en el paisaje natural de la sierra.

Por último, la disposición de los bloques favorece un juego de sombras particularmente intenso en las áreas de voladizo, unos espacios que emergen como símbolo de respeto al dejar la base de la colina casi intacta.

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