En ciudades enormes, como la brasileña São Paulo, la densidad de construcciones impide muchas veces una percepción clara de la topografía original. Los pocos espacios libres son engullidos rápidamente por el hormigón, y los que resisten luchan por aportar algo de naturaleza a su entorno.
En un intento por revertir –o al menos, paliar– esta vorágine, surgió en 2011 el Edificio Residencial de la calle Simpatía. Obra del colectivo local de arquitectos Grupo SP, se planteó con el propósito de abrir un claro en ese bosque artificial aprovechando el relieve escarpado propio de los valles de la metrópoli y el desnivel entre las cotas de la calle Medeiros y la que da nombre al proyecto.
Esta premisa se tradujo en dos áreas, una superior destinada al espacio habitacional y otra arraigada en el terreno, para ubicar los garajes y todos los servicios. Entre ambas se situó una zona abierta, accesible mediante una pasarela, desde donde se contempla el otro lado del valle.
Con esta disposición, la terraza de acceso ofrece una panorámica de las copas de los árboles frutales del jardín. Tras la puerta acristalada, el espacio central se abre paradójicamente a los ascensores y las escaleras. Más allá, una terraza para usos comunitarios encara el paisaje y franquea la entrada a la piscina del patio inferior.
Respecto al espacio habitable, organizado en bloques opuestos, se diseñó como plantas libres para que los residentes las adaptasen según sus necesidades. Con orientaciones y configuraciones distintas en cada torre, las grandes balconadas comparten protagonismo con terrazas audaces en voladizo. En ambos casos, la abundancia de acristalamientos de suelo a techo asegura una óptima iluminación natural.
El edificio potencia la convivencia vecinal a través de una serie de balcones interiores en forma de U que conectan los bloques, replicando así en cada planta el espacio de encuentro del patio de acceso. Y esta invitación al acercamiento se prolonga a lo largo de la calle, donde, gracias a retranqueos en la fachada, brinda a la ciudad una pequeña plaza con un banco y un árbol. Una contribución adicional para devolver la escala humana a urbes como São Paulo.