El movimiento crea vórtices y los vórtices crean movimiento. Este fenómeno físico, un tanto de Perogrullo, es también el título de una peculiar instalación digital interactiva desplegada en Melbourne (Australia). Concebida por el colectivo japonés teamLab como parte de la muestra trienal de arte contemporáneo de la National Gallery de Victoria, cobra vida gracias a la circulación de los visitantes.
Cuando una persona empieza a moverse, se aplica una fuerza en ese sentido, generándose un flujo. Si este flujo es lo suficientemente rápido, entonces aparece una rotación como consecuencia de la diferencia de velocidad del flujo que lo rodea. El resultado final: un vórtice.
En la propuesta de teamLab, esos vórtices invisibles se traducen en remolinos de luz proyectados sobre el suelo. Cuanto más rápido se mueven los visitantes, más intenso es el flujo de luz. Solo desaparece cuando todos se paran, lo que provoca que la habitación se quede en tinieblas.
Los haces de luz surcan el espacio, que se ve invadido por un halo de misterio y volatilidad. A su vez, los espejos colocados a lo largo de las paredes potencian ese efecto de irrealidad vaporosa, multiplicando personajes y trayectos ondulantes en todas direcciones.
Aparte de su atractivo visual intrínseco, este trabajo pretende concienciar al público de que todo está conectado. Así, cosas que parecen no estar relacionadas entre sí pueden llegar a afectarnos de manera incontrolable.
Según declaró Toshiyuki Inoko, uno de los fundadores del colectivo, el germen de la instalación hay que buscarlo en su infancia. En su Tokushima natal, las mareas, y sobre todo la formación de los denominados remolinos de Naruto, tienen una enorme importancia en la vida del océano. Esas intensas corrientes de agua contribuyen a enriquecer la vida marina con su transporte continuo de nutrientes desde el fondo hasta la superficie y a la inversa.
Esta idea plástica del mundo como un continuo cambio, donde no hay fronteras y todo existe en una especie de «permanencia inestable» le resulta particularmente atractiva, ya que es el claro reflejo de que toda acción –humana o natural– tiene sus consecuencias, a veces insospechadas.