Hoy en día, estamos acostumbrados a que las novias se casen de blanco y que sean sus parejas las que aporten una discreta nota de color. A unas ceremonias más o menos convencionales donde no se escatima en gastos para que el día sea perfecto.
Aunque esta sea la tónica general, siempre caben sorpresas, como la propuesta extrema de los australianos Von y Ryan Bishop. Tras 12 años juntos, pensaron que ya era hora de comprometerse y fijaron la boda para agosto en Melbourne. Sin embargo, sus preferencias estéticas no podían ser más extremas: a Von le apasiona el negro, mientras que Ryan disfruta su vida en tecnicolor. Pero –¡oh, Dios mío!–, ambos odian el blanco…
Ante este dilema, decidieron que lo mejor era no discutir y sacar a pasear su imaginación; eso sí, cada uno en su lado de la mesa de invitados. ¿Complicado? Nada de eso, si la novia es diseñadora gráfica con estudio propio (Ivy Creative) y el novio impresor y dueño de Boom Studios, una empresa especializada en decoración de locales.
La pareja comenzó eligiendo el lugar de la boda: la galería de arte Neon Parc, en el barrio de Brunswick. Aunque no se alquila, convencieron al propietario de que el escenario que iban a montar para esa noche no tendría nada que envidiar a la instalación artística más vanguardista.
A partir de ahí se pusieron manos a la obra para dar vida a un espacio gris de 30 x 7 metros. Y surgió la idea brillante. ¿Por qué no materializar nuestros contrastes en un choque de colores brillantes y un negro riguroso? Así que dividieron el espacio por la mitad y diseñaron una mesa ¡de 23 metros! que determinó el número final de invitados (74). El equipo de Boom Studios la construyó in situ con materiales sobrantes de proyectos anteriores.
Para vestir tanta desmesura, Von recurrió a su hermana Danica, diseñadora de interiores. Tras recorrer tiendas de segunda mano, bazares y mercadillos, consiguieron un montón de figuras, adornos y juguetes, que pintaron minuciosamente.
Después, la pareja escogió sus gráficos favoritos, con los que se revistieron paredes, suelos y… la mesa. Un total de 552 m2 de decoración realizada con material donado por varios de sus proveedores.
Los invitados no supieron dónde sería la boda hasta el día anterior. Solo se les pidió que vistieran de negro o de colores. Una breve ceremonia dio paso al banquete, donde hasta la vajilla respetaba la división cromática.
La fiesta fue un éxito y se prolongó hasta las cuatro de la mañana. Sin duda, todos recordarán un contraste tan absolutamente fabuloso.
Imágenes gentileza Ivy Creative y Boom Studios