La Casa Tucán domina la cima de una colina en el Valle de Bravo, a unos 160 kilómetros al suroeste de Ciudad de México. Obra del estudio Taller Héctor Barroso, disfruta de unas panorámicas excelentes sobre el entorno arbolado y el lago Avándaro.
En principio, la parcela en pendiente sobre la que se asienta –bastante estrecha y con un desnivel de 14 metros desde la entrada de la vivienda hasta su punto más alto– ya presagiaba una intervención poco convencional. Dada la topografía y el valor natural del enclave, el equipo decidió plantear una secuencia de bloques escalonados que generan cuatro niveles de pabellones. Así se consiguen maximizar las vistas al lago, creando además un diseño abierto que funde la casa con el paisaje.
Los pabellones de hormigón aligeran su presencia visual a través de numerosos huecos en la estructura: una sucesión de jardines, terrazas y patios prolongan el espacio habitado hacia el exterior, desvaneciendo la separación entre áreas.
Para favorecer aún más la mezcla con el paisaje, los muros se tiñeron con parte de la tierra retirada en las labores de excavación. Por contraste, el perímetro en piedra natural, las vigas acabadas en negro y los tonos anaranjados de la carpintería exterior rompen la masividad propia del hormigón en bruto, modulando los estratos verticales hasta integrarlos en la vegetación.
Dentro de la vivienda, los dos niveles superiores se reservan para los dormitorios y los baños, mientras que la primera planta es una gran zona diáfana de reunión familiar donde se agrupa la cocina, el comedor y la sala de estar. Dos grupos de acristalamientos deslizantes permiten abrir la estancia de par en par, conectándola con la piscina y el solárium. La sencillez de líneas, junto con un paisajismo cuidado, convierte esta área de relax en un impresionante balcón hacia el lago.
El diseño logra de esta manera que la naturaleza fluya por cada rincón de la Casa Tucán. La luz, la brisa o los apacibles sonidos del valle inundan este retiro de fin de semana donde el contacto con el exterior se lleva al extremo en las escaleras de acceso a los dormitorios. Allí, la pared tallada directamente en la roca aporta ese aire rústico que equilibra las soluciones contemporáneas.