La adaptación al entorno es clave a la hora de abordar un proyecto en plena naturaleza. Además de procurar integrar la vivienda en el paisaje, un buen estudio bioclimático sacará partido de las condiciones medioambientales para ofrecer el máximo confort a sus propietarios a lo largo de todo el año.
El arquitecto Marià Castelló ilustra las bondades de ese análisis riguroso en su Casa Can Xomeu Rita, situada en el centro de la isla de Formentera. La pequeña vivienda de 69 m2 más terraza ocupa un claro libre de vegetación junto a campos de trigo y avena.
Sus costados se alinearon con las trazas de los muros de piedra seca que delimitan las fincas a fin de aprovechar la orientación hacia el sur. Esta disposición crea un área libre ideal para recuperar el agua de lluvia en un aljibe.
El bajo presupuesto del que se partía se tradujo en una economía de medios que no sacrifica ni el diseño ni la eficiencia. Así pues, no se aplicó ningún tipo de revestimiento a los materiales utilizados: la termoarcilla, la piedra caliza, la madera de pino y los morteros de cal permanecen vistos, una solución constructiva transpirable que da calidez al hogar y potencia además la estética rural.
Respecto a la distribución interior, prima la sencillez, con una sola planta dividida en tres franjas de igual superficie. Un porche ligero con techo de cañas ocupa la zona más pública, orientada al sureste. Por ella se accede a la parte central, resuelta como un espacio diáfano de encuentro familiar que incluye la cocina, el comedor y la sala de estar. Por último, en la franja norte los dormitorios se abren hacia levante y poniente.
La posición de los acristalamientos –presentes en todas las habitaciones– crea corredores visuales con el exterior, enmarcando las panorámicas en cada dirección. Por su parte, el diseño estrecho de las puertas exteriores del baño y los dormitorios, unido a la zona de sombra permanente de la terraza, suaviza los rigores del verano.
En suma, Can Xomeu Rita, con su volumen monolítico suavizado y un aire alegre, simboliza la mínima expresión de una casa de campo contemporánea, vestida con la blancura esencial de las islas del Mediterráneo.