El desierto de Al Ula, un antiguo oasis ubicado en el noroeste de Arabia Saudita, se ha convertido durante unos meses en una enorme galería de arte contemporáneo al aire libre. Catorce obras exploraron la herencia cultural del desierto, potenciando la grandiosidad del paisaje y los lazos de unión entre creadores de diversos países.
Cada instalación fue diseñada específicamente para un lugar concreto de ese entorno árido y desolado de arenisca, que hace siglos fue un importante enclave nabateo. Largas caravanas recorrían sus desfiladeros como parte de la ruta comercial que traía mercancías desde los puertos del Mar Rojo y de la India.
El artista franco-tunecino eL Seed se inspiró en ese legado para idear «Mirage»: una gran escultura-refugio realizada a partir de los caracteres árabes de una poesía. Sus tonos pardos se mezclan con la arena, apareciendo como un espejismo.
Otros artistas ponen una nota lúdica para compensar la desolación del paisaje, como Manal Aldowayan. Sus camas elásticas semiocultas evocan los charcos del oasis: el agua concentrada es fugaz –como los saltos– y lo que hoy es abundante, mañana puede resultar escaso. Por su parte, el colectivo danés Superflex ilustra con columpios triples nuestra conexión inevitable con un entorno cada vez más globalizado. Ante una situación hostil, nos animan a desafiar la apatía y tomar impulso a la vez para transformar el mundo con acciones colectivas.
Siguiendo con las alegorías, Zahrah Alghamdi dispuso con paciencia unos 6.000 recipientes de hojalata para dátiles a lo largo de 80 metros a fin de rememorar los antiguos palmerales de Al Ula y los manantiales que generaban esa riqueza agrícola ya extinguida. Con arena de cinco tonos diferentes y multitud de espejos recreó un río serpenteante del que solo queda la nostalgia.
La californiana Lita Albuquerque se centra en la faceta más humana de la muestra. Su figura de Elyseria, una astronauta del siglo XXV en azul ultramar, medita en lo alto de una colina, invitándonos a seguir un patrón de estrellas dibujado sobre la arena: si llegamos a entender el cosmos, quizá comprendamos otros órdenes más terrenales.