¿Cómo crear un ambiente acogedor si prescindimos de los tonos cálidos? ¿Podría una mezcla de grises quitarnos las ganas de huir ipso facto en busca de naturaleza o de escaparates rebosantes de color?
Pues la verdad es que sí. La diseñadora ucraniana Natalie Dubróvska ha logrado convertir un apartamento de 150 metros cuadrados en un oasis zen con una paleta de colores apagados y abundante minimalismo.
Su proyecto «Sense» ha vestido con elegancia una vivienda del centro de Copenhague a base de texturas, materiales naturales y reflejos dorados. Pero también con una cuidadosa selección de muebles contemporáneos que armonizan con la propuesta cromática.
Desde su estudio de interiorismo en Kiev, Natalie sugiere vestir el espacio con la mínima cantidad de objetos y materiales, sacando todo el partido posible a cada elemento. En este caso, a base de hormigón, terrazo y detalles de latón con uno o dos acentos de color en cada estancia.
Así, por ejemplo, las tres lámparas de papel Formakami –del español Jaime Hayón– agregan volumen y delicadeza a una cama muy sencilla, también de inspiración oriental. Aunque la combinación más audaz la encontramos en el baño, donde la arriesgada bañera de hormigón convive en buena vecindad con el terrazo del suelo y los lavabos suspendidos. El latón, con su dorado sin estridencias, insufla vida a la grifería y a la mesita Slit Table de Hay, que parece casi una escultura.
Como elemento unificador, encontramos esta aleación tan atractiva en otros rincones de la casa: desde las refinadas celosías de las contraventanas (que evocan el trenzado del ratán) hasta la mesa auxiliar Mezcla JH19 de Hayón, contenido entre el nogal macizo y la base de acero con recubrimiento burdeos.
Es precisamente aquí, en la zona de estar, donde Natalie Dubróvska se permite su nota de color más potente. Dos rotundas butacas de Milo Baughman nos transportan de inmediato a los años 60 con esas tres patas robustas y su contorno envolvente. Y sobre ellas, la lámpara blanca del danés Jørn Utzon –otro icono del diseño– equilibra el furor cromático pasajero. La ucraniana rinde con este proyecto su particular homenaje al diseño escandinavo, tan funcional y elegante, y demuestra que la ausencia de colores vivos (o más bien su administración en pequeñas dosis) no está reñida con la felicidad.