El estudio valenciano TRAZIA firma la rehabilitación de la Casa Ayora, situada en plena calle Mayor de la localidad levantina de Almussafes. Acondicionado ahora para uso museístico, este inmueble de dos plantas entre medianeras ocupa una parcela rectangular de 16 x 45 metros, con un patio en su parte trasera.
El edificio fue un convento dominico en época barroca, para convertirse tras la desamortización de Mendizábal en la vivienda particular de Dolores Ayora Olcina, cuya familia había hecho fortuna con el comercio de petróleo en el siglo XIX.
El equipo dirigido por Carlos Pardo y Lucía Hernández quería que la casa contase su historia por medio de los elementos modernistas que aún conservaba, como los papeles pintados art déco traídos en su día desde París, o de las huellas de arquitectura valenciana y castellana de la planta baja o el patio de acceso.
A su vez, se construyó un nuevo módulo exterior de servicios en el antiguo hogar de las cocinas, que por su estado ruinoso ya se habían derribado. El ladrillo cerámico macizo, un material tradicional en la región, se dispone aquí en distintos aparejos para crear diversas texturas y huecos en la fachada. El resultado es un juego cambiante de luces y sombras en esta parte del museo.
Tras una primera rehabilitación estructural, se trabajó con suelos, techos y muros como si se tratasen de planos independientes para modificar lo menos posible las distribuciones interiores. Se respetaron y potenciaron, por tanto, todas las molduras, adornos, cerámicas y demás elementos de valor de la casa, que ya era en sí misma un auténtico museo.
Al mismo nivel artístico que los papeles pintados, cabe destacar los suelos de baldosa hidráulica, perfectamente conservados, que aportan una enorme riqueza cromática al conjunto.
En cuanto a las partes no integradas en la arquitectura existente, se procuró darles un tratamiento neutro, empleando materiales como el vidrio, la madera o el acero. De esta forma, el visitante identifica rápidamente todo lo ajeno a la historia del edificio.
Por último, el antiguo huerto trasero se convirtió en un jardín donde se jugó con diferentes tratamientos del pavimento: barro cocido, piedra y terrizo. Una acequia lleva el agua a naranjos, vides y otras plantas típicas de la huerta valenciana. Esta puesta en escena viene acompañada de unas luminarias especiales que realzan todavía más el trazado natural.