En una urbanización anodina plagada de chalets clónicos a las afueras de Alicante, la Casa Toto resplandece como ejemplo dinámico de imaginación e inmersión vital en la naturaleza. Diseñada por la firma española Grupo Aranea sobre una parcela de 1314 m2 con topografía casi totalmente horizontal, sin vistas destacables, aprovecha su irregularidad para ofrecer un paraíso de terrazas y jardines.
Los propietarios –Julia y Toto– deseaban un lugar alegre para vivir con sus hijos. Además, debía contar con un estudio luminoso donde el padre pudiera trabajar en sus diseños y mostrarlos luego a los clientes. Se quería primar también los espacios al aire libre, dado el clima cálido de Alicante, que tiene una temperatura media de 19 °C.
Así pues, huyendo del modelo de unifamiliares sin alma tan extendido por toda la costa mediterránea, se decidió adaptar la casa al caprichoso contorno de la parcela, haciendo de sus márgenes el perímetro de la vivienda. De este modo, surgió una concatenación de zonas interiores y exteriores al ir desdoblando los muros que delimitan la propiedad, así como una serie de patios que iban organizando las habitaciones.
Con su sucesión de rectas y curvas, la Casa Toto se entrelaza con las zonas verdes en un diseño laberíntico y orgánico. Los huertos y los cítricos del jardín conviven con aljibes donde almacenar el agua de lluvia para riego o pasarelas que se elevan y caen. La propia piscina es un patio inundado más, cincelada por muros de hormigón visto con esencia brutalista.
Según el estudio Aranea, la vivienda se concibió como «un laboratorio cambiante, un lugar de experimentación continua, un recinto para exposiciones y fiestas. Un jardín habitado capaz de evolucionar y crecer con sus ocupantes».
En ese espíritu de romper los límites entre dentro y fuera, los ambientes domésticos –forjados a base de hormigón, vidrio y madera– desdibujan su introversión para salir al encuentro de las terrazas (una de verano y otra para el invierno), el solárium, las hortalizas o los árboles frutales. Nada es anodino, y se puede adivinar la felicidad de sus habitantes con solo ver la libertad que destilan esas imágenes.