El escultor Kim Simonsson (Finlandia, 1974) ya apuntaba maneras de pequeño. Su primer estudio fue el patio trasero de su casa, donde pasaba horas modelando la nieve acumulada. Allí dejaba sin palabras a sus padres cuando veían que, en lugar del típico muñequito rechoncho, el chico daba forma sin despeinarse a personajes como el Pato Donald.
Décadas después, este artista finlandés destaca por sus misteriosas esculturas de figuras infantiles a tamaño natural. Para sus creaciones se inspira en el folclore nórdico y los cuentos de hadas propios de las zonas boscosas, como en la serie «Moss People» en la que las figuras de arcilla aparecen revestidas con una capa de fibra de nailon de color verde intenso. Con este toque fluorescente, tanto la piel como la ropa, los adornos o su breve – y, en ocasiones, extraño– equipaje parecen estar recubiertos de musgo, lo que las envuelve en un ambiente irreal.
Solitarios y con aire triste, nos preguntamos quiénes pueden ser estos niños o qué están buscando en medio del río o de un camino. Simonsson desliza una pequeña explicación: «las figuras se mezclan perfectamente con su entorno natural, al igual que una alfombra de musgo cubre el suelo, las piedras y los troncos, actuando como una especie de protección». Evocan así la habilidad innata para el camuflaje de los niños, aunque tienen un aspecto enigmático, frágil y decidido al mismo tiempo.
En la tradición oral escandinava, la «gente del musgo» se asocia a personajes con capacidades sanadoras que ayudan a los granjeros. A veces toman cosas prestadas, pero siempre las devuelven con un regalo o un consejo.
Como buen maestro de la escultura realista, Simonsson llena cada una de sus criaturas de gestos sutiles. Realizadas a mano en su estudio de Fiskars, en el sur del país, rebosan inocencia pese a su presencia algo inquietante, más aún si uno se las encuentra en mitad del bosque. Así mismo, logra imprimirles una especie de dinamismo estático, pues parecen haberse quedado congeladas en mitad de un insólito viaje, aunque bien podrían desaparecer a toda velocidad si dejamos de mirarlas…
Imágenes gentileza Kim Simonsson