Hoy viajamos hasta las Azores para analizar el proyecto Arquipélago, un centro de arte contemporáneo situado en la ciudad de Ribeira Grande, dentro de la isla de San Miguel.
Fruto de la colaboración entre João Mendes Ribeiro y el estudio Menos é Mais Arquitectos, con sede en Oporto y capitaneado por Francisco Vieira de Campos y Cristina Guedes, este nuevo foco de creación pretende incentivar las residencias de artistas locales e internacionales, así como impulsar la escena cultural del archipiélago portugués.
La actuación supuso el aprovechamiento de una antigua fábrica de tabaco y alcohol, y la construcción de nuevas instalaciones para albergar, entre otras dependencias, las salas de exposición, los almacenes, una sala de usos múltiples -ideal para las artes escénicas-, los laboratorios y los estudios de los artistas.
En lugar de exagerar las diferencias entre los viejos edificios del siglo XIX y las nuevas incorporaciones, se decidió unificar tiempos y escalas jugando con las formas y los materiales de cada construcción. Así pues, se conservó la sólida mampostería en piedra volcánica de las fachadas industriales y se trazaron los nuevos bloques con formas abstractas utilizando hormigón y basalto de la zona.
De esta manera, se establece un diálogo entre las diferentes superficies y texturas, entre lo reciente y lo antiguo, todo ello canalizado a través de un gran patio interior que enlaza ambos mundos. Esta dualidad suavizada continúa en el tratamiento de luces y sombras del interior, donde ciertas salas cuentan con paredes desnudas y suelos de baldosa, mientras que en otras destacan las superficies de madera y el blanco luminoso de muros y techos.
Aunque existen muchos testigos de la actividad industrial de antaño, como la rotunda chimenea conservada en una de las fachadas -y que también forma parte del logo de Arquipélago-, el proyecto incluye soluciones de eficiencia energética o medioambiental del siglo XXI. Por ejemplo, el grosor de las paredes de hormigón permite integrar en los edificios calefacción y refrigeración pasiva. Así mismo, se añadió un sistema de recogida de aguas pluviales para utilizar en los aseos el agua reciclada.
Es evidente que esta casa de las artes se ha diseñado con mimo y mucha atención a los detalles. Precisamente ese equilibrio atemporal entre la fuerte herencia industrial recibida y el espacio contemporáneo logrado es el que la ha hecho merecedora del Premio FAD de Arquitectura 2016, y el que colocó a este proyecto entre los 40 aspirantes al Premio Mies van der Rohe del pasado año.
Fotografía © José Campos