La ciudad de Jingdezhen, en la provincia china de Jiangxi, es conocida como la “capital de la porcelana” y ha estado ligada a esta industria desde hace más de 1700 años. Durante las dinastías Ming y Qing, desde allí se exportaba cerámica a Europa y se abastecía a la familia imperial china.

Es junto a las ruinas de los antiguos hornos imperiales, en el centro histórico de la ciudad, donde se encuentra este espectacular Museo del Horno Imperial, proyecto del estudio pekinés Zhu Pei, que rinde homenaje al pasado artesano de la ciudad.

El estudio, especializado en proyectos culturales, ha conseguido combinar la funcionalidad, el simbolismo, el espacio y la luz con una grandísima sensibilidad contextual, en un Museo que integra lo mas moderno con lo natural e histórico.

Nueve grandes bóvedas parabólicas (cuya forma y materialidad se inspira en los hornos tradicionales), de diferente longitud y radio de curvatura, se distribuyen paralelamente unas respecto a otras, dejando espacios intersticiales en donde se desarrolla el programa del Museo: salas de exposición, muestra de restos arqueológicos, cafetería, biblioteca.

Estos espacios libres funcionan también como focos de ventilación y entrada de luz naturales hacia los interiores. La mayoría de esos espacios públicos están cubiertos con sombra y protegidos de la lluvias y el calor, propios de los meses estivales en Jingdezhen.

Los arcos de estructura de hormigón armado se recubren interior y exteriormente con ladrillo cerámico tradicional, mezclando ladrillo reciclado y nuevo. Este reciclaje de ladrillos de los hornos es una práctica tradicional en Jingdezhen, ya que cada ciertos años las propiedades refractarias de los ladrillos en uso se pierden, siendo éstos reemplazados por ladrillos nuevos.

Se articulan cinco patios de diferentes tamaños entre las bóvedas, cada uno con una temática y simbología diversa : oro, madera, agua, fuego y tierra, que están fuertemente asociadas a la elaboración de la porcelana.

Las estéticas y características bóvedas se asientan en el terreno por debajo del nivel de suelo del entorno. Este gesto permite una gran flexibilidad al adaptarse al lugar logrando una escala íntima y humana en algunos espacios interiores y patios, y otra escala mas simbólica y monumental en espacios más públicos y concurridos.

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